La acción cotidiana de soplar, en su aparente simplicidad, encierra un intrigante misterio que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué al pronunciar «fuuuu» sentimos aire fresco, mientras que un soplido prolongado de «haaaa» nos envuelve en una corriente cálida? Detrás de esta aparente paradoja se despliega una fascinante interacción entre la física, la termodinámica y la anatomía humana.
La clave para desentrañar este fenómeno radica en los principios fundamentales de la física, específicamente en la relación entre la velocidad del aire y la presión. Al emitir un sonido como «fuuuu«, generamos una corriente de aire con una velocidad significativa. Según el principio de Bernoulli, a medida que la velocidad del aire aumenta, su presión disminuye. Esta disminución de presión resulta en una expansión del aire, creando así la sorprendente sensación de frescura.
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En cambio, cuando realizamos un soplido prolongado de «haaaa«, la velocidad del aire es menor en comparación con «fuuuu«. Una velocidad reducida implica una disminución más moderada de la presión, lo que lleva a una expansión más lenta del aire. En lugar de experimentar una rápida expansión y enfriamiento, la sensación térmica es menos intensa y, en algunos casos, incluso cálida.
Un elemento adicional que contribuye a este enigma es el efecto Venturi, un fenómeno que se manifiesta cuando un fluido, como el aire, fluye a través de una restricción. Al soplar «fuuuu«, la boca forma una abertura más estrecha, aumentando la velocidad del aire y generando el efecto Venturi. Este efecto contribuye a la rápida disminución de la presión, creando la ilusión de un enfriamiento instantáneo.
En contraste, en el caso de «haaaa«, la abertura de la boca es más amplia, reduciendo la velocidad del aire y limitando la influencia del efecto Venturi. Como resultado, la presión disminuye de manera menos abrupta, generando una expansión más lenta y una sensación térmica más cálida.